Volver a dormirte un rato cuando suena el despertador es mala idea
Suena el despertador y lo detenemos, ''cinco minutos más, ¡por favor!'' no es tan buena idea como solemos creer.

Suena el despertador y lo detenemos, "cinco minutos más, ¡por favor!". Una escena de lo más frecuente a la que la ciencia ha arrojado luz tras un estudio del efecto que tiene sobre nosotros dormir tras el despertador.
Existe cierto consenso entre los expertos en señalar que retrasar cinco minutos la alarma de nuestros despertadores no es garante de un mejor reposo. Sin embargo, aún es mucho lo que no sabemos sobre los efectos reales de esta práctica. Lo que sí sabemos, es que es una práctica muy extendida entre los humanos.
El sueño es mucho más complejo de lo que parece, por lo que interrumpirlo con un despertador para seguir durmiendo puede ser realmente contraproducente. El sueño no es un estado dicotómico, no estamos dormidos o despiertos, sino que durante nuestro reposo atravesamos varias fases.
El ciclo de sueño, durante el cual completamos la serie de cuatro fases, una fase REM (rapid eye movement) y tres fases adicionales a cual más profunda. Los ciclos pueden variar a lo largo de nuestro sueño en duración e intensidad, y también difieren de una persona a otra.
La mayoría de los adultos requieren aproximadamente de siete horas y media a ocho horas de buen sueño por noche. Esto nos permite pasar el tiempo adecuado en las etapas del sueño conocidas como sueño de movimientos oculares no rápidos (NREM) y sueño de movimientos oculares rápidos (REM).
La duración de los ciclos varía entre los 70 y los 120 minutos, y el primer ciclo de la noche, por ejemplo, suele ser más corto y profundo. El problema con retrasar la alarma es que, si bien podemos caer dormidos, no tendremos tiempo de alcanzar las fases más profundas del sueño, mucho menos completar un ciclo entero.
Mantener esta estructura bien definida es importante para un buen sueño reparador. Si se altera este proceso, tendemos a despertarnos todavía cansados por la mañana.
Una serie de factores pueden afectar los ciclos de sueño. Por ejemplo, si una persona no está respirando bien durante el sueño (ronquidos o apnea del sueño), esto altera las secuencias normales y hará que la persona se despierte sintiéndose mal.
La calidad del sueño puede verse disminuida por el uso de dispositivos electrónicos, tabaco o alcohol por la noche. Incluso comer demasiado cerca de la hora de acostarse puede ser problemático.
Síntoma, más que causa. Para algunos expertos, el problema no radica en el acto de retrasar la alarma para quedarnos un poco más en la cama, sino en los problemas de sueño que arrastramos, que hacen que nos cueste más levantarnos por la mañana.
El hábito de retrasar la alarma a menudo comienza durante la adolescencia, cuando nuestros ritmos circadianos se alteran un poco, lo que hace que queramos quedarnos despiertos más tarde y levantarnos más tarde en la mañana. Retrasar el levantarse de la cama durante nueve minutos presionando el botón de repetición simplemente no nos dará más sueño reparador. De hecho, puede servir para confundir al cerebro para que inicie el proceso de secretar más neuroquímicos que provocan el sueño, según algunas hipótesis.
“Para muchos, [retrasar la alarma] puede ser señal de un problema significativo con el sueño. El mal sueño ha sido asociado con un número de trastornos en la salud, incluyendo alta presión arterial, problemas de memoria e incluso control de nuestro peso.” Así opina Steven Bender, profesor de cirugía oral y maxilofacial en la Universidad Texas A&M.
El perfil del remolón. Un nuevo estudio, publicado en la revista SLEEP, se ha adentrado un poco más en la cuestión, dibujando un perfil de las personas con tendencia a retrasar los despertadores por la mañana.
Gracias a los relojes inteligentes, analizaron los hábitos de sueño de 450 participantes, para descubrir que más de la mitad (un 57% de estos) tendían a remolonear tras la primera alarma.
El equipo de investigadores descubrió también que entre los participantes las mujeres, los más jóvenes y las “aves nocturnas” eran quienes tenían mayor tendencia a retrasar sus despertadores. Este hábito también aparecía correlacionado con otros factores, como más interrupciones del sueño, más interrupciones del sueño y menos pasos diarios dados. Curiosamente, los “remolones” no dormían menos, se sentían más soñolientos y eran más propensos a las siestas.
Los autores concluyen que atrasar los despertadores es un comportamiento común, y que está influido por características demográficas y conductuales. Sin embargo, tuvieron que admitir que había pocas conclusiones que sacar en cuanto a los efectos del acto de atrasar las alarmas sobre la calidad de nuestro sueño.
En pocas palabras: probablemente sea mejor programar la alarma a una hora específica y levantarse en ese momento. Si está constantemente cansado por la mañana, consulte con un especialista en sueño para averiguar por qué.